Amo el queso. Digo, en verdad lo amo. Gouda, Brie, Parmesano, Mozzarella, Feta, y la lista continúa. Ya sea que lo use como aperitivo, para una ensalada, o como ingrediente principal en un platillo, honestamente puedo decir que uso el queso para casi cada comida. En ocasiones hasta como algunos cubitos a media tarde como snack. Podrías decir que soy adicta.
Lo que podría ser, de hecho, es algo real. El Dr. Neal Barnard, fundador del Comité de Médicos para la Medicina Responsable, se refirió al queso como el “crack lácteo” en su conversación con Thrillist.
Pero, ¿cómo y por qué?
Una de las proteínas lácteas del queso es la caseína, que cuando se descompone durante el proceso digestivo se convierte en casomorfinas. “Estos fragmentos de proteína pueden adherirse a los receptores opiáceos en el cerebro. Como su nombre lo indica, casomorfinas son compuestos similares a la morfina,” explica el Dr. Barnard.
¿Qué significa eso?
Nuestros cuerpos y mentes han evolucionado para disfrutar el queso, ya que es altamente concentrado en grasa y sal. Combinado con las casomorfinas, de pronto el queso pasa de ser “muy delicioso” a “demasiado tentador”.
¿El queso es malo?
Esto no significa que necesitas huir del pasillo de lácteos en el supermercado. De hecho, hay muchos estudios que dicen que el queso es bueno para tu salud. Sólo debes consumirlo con moderación. Y la próxima vez que sientas que no puedes dejar de comerlo, podría ser por tu cerebro.
Y como siempre, todo con medida.
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