Lo que no te dicen de los viajes …
Hay algo de lo que nadie habla sobre los viajes.
Es curioso que mientras viajas, te la pasas reduciendo la complejidad del mundo, y todo parece tan directo y evidente. Finalmente, no es educado analizar el cielo justo en el momento en el que estás entrando en él.
Pero en tierra firme llega el momento de replantearte lo ocurrido. La distancia te pone cara a cara con tu realidad ¿y ahora?
Por supuesto que se regresa contento, la felicidad está ahí, pero hay un sentimiento en paralelo que contrasta con el aterrizaje forzoso.
No es el tiempo, porque si algo aprendes es que todo este tiempo ha habido tiempo. Ni es del todo añoranza, porque disfrutas el presente. No es ansiedad, porque valoras la estabilidad. Tampoco es satisfacción, porque una parte de ti no puede esperar a volver.
Es un sentimiento sin definición ni tendencias, por que se acentúa en un profundo respeto y admiración a lo ocurrido.
Sabes que es momento de retomar las primicias independientes: desayuna a tus horas, regresa, no tomes, toma, no fumes, fuma, platícales, pero no hables solo de eso, enorgullécete, pero no mucho, viaja, pero no vuelvas a irte así. Readaptarse implica sufrir un poco supongo.
Y no puedes juzgarlo, porque la vida es así. Las personas y el entorno cambian, se enferman, viven, se quedan, se marchan, perdonan. Nadie puede decir qué ha ganado o perdido, ni quien está o estuvo, en la mejor posición. En este mundo, no existe para eso un criterio de valoración.
Pero todo es cuestión de vínculos, hay que elegirlos con mucha atención. Lo que se quiere contar como realidad trágica es un vínculo mal elegido. Tienes que darle una nueva estructura a tu vida, saber lo que estás haciendo.
A mí me pasaba los primeros días al regresar. ¿Dónde están esos atardeceres a la orilla de la playa? ¿Qué fue de mis días manejando en la Patagonia? ¿Cuándo mis preocupaciones se resumían a en qué país continuaría mi viaje? ¿Y aquellas montañas nevadas? ¿Dónde está mi compañero de viaje? No hice más que cosas incoherentes; pocas horas de sueño, abrir y cerrar los cajones, dar vueltas por la habitación. Y al darme cuenta que no tenía nada que temer, me reí un poco, con toda razón y me dije cerrando los ojos: Cálmate
Articulo escrito por: Claudia Álvarez
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