¿Dejarlo todo por irse a viajar?
Comenzaré presentándome como dicta el protocolo, fiel a mi (pseudo) buena educación.
Mi nombre es Claudia, soy una mexicana que desde el año pasado decidió dejarlo todo. Y no escatimo al decir todo; trabajo estable, horarios, seguridad, un novio, mi lindo departamento, los vales de despensa, el patrón establecido, las quincenas y el aguinaldo, el cine y los besos del miércoles 2×1; todo esto para seguir un deseo personal: Viajar por el mundo.
Como diría Mario Mendoza, “uno se arrepiente de cualquier cosa menos de haber sido un cobarde” (escritor Colombiano, por cierto, cuyo origen corresponde a la segunda etapa del viaje, Latinoamérica)
Realizar esta hazaña representaba la rebelión de otorgarle el significado a mi vida, basado principalmente en la libertad de rumbo y experiencias, más allá de convencionalismos de un supuesto patrón de vida a seguir. Así que compré un ticket a Tailandia, lugar donde comenzó mi viaje.
Y como muchos sabemos, no es cualquier cosa renunciar a las certezas, salirse del estándar, del patrón establecido; empeñarse en dominar el miedo hasta que aprenda quién manda aquí.
Al principio, algunos comentarios solían llenarme de dudas y vergüenza. “¿¡Pero cómo que renunciaste!? ¿Qué vas a hacer cuando regreses?” “se necesita ser millonaria para hacer algo así” “¿cómo te vas a ir sola, y si te pasa algo?”
Ahora que puedo ver estos episodios con cierta distancia y humor, me doy cuenta que tiene que ver con un obstáculo autoimpuesto. Disminuimos nuestras expectativas de lo que queremos conseguir debido a barreras que nos creamos basadas en comentarios, juicios y expectativas ajenas.
Pero la buena noticia es, que tú sabes lo que pasa en los veintes: te parece que el mundo es una manzana y cada día festejas tu cumpleaños optimizando la vida lo mejor que se puede, esperando que los demás entiendan nuestra posición, olvidándonos que la libertad no puede tener mejor guardián que uno mismo.
Así es que me encuentro en Quito, Ecuador, escribiendo este artículo con el volcán Pichincha de testigo.
Importante aclarar, que no pregono que ésta sea la manera más sabía de vivir – tampoco me empeño en juzgarla-. El mensaje aquí tiene, más bien, inclinaciones de provocación, confianza, y sobre todo, convicción.
Alguna vez escuché a alguien decir que la gente viaja para huir. Yo, en mi infinita ignorancia, sólo puedo decir que una es más auténtica cuando más se parece a lo que soñó de ella misma.
Artículo escrito por: Claudia Álvarez
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